sábado, 1 de agosto de 2009

SOBRE CONDECORACIONES

Siempre me ha llamado la atención la infantil atracción que ejercen las condecoraciones sobre las personas, incluso las inteligentes. Regímenes infames han manipulado vilmente las conciencias, y han ejercido insoportables exacciones sobre la moral de sus súbditos, contando casi con la sola anestesia de unos pedacitos de metal, más o menos primorosamente trabajados, prendidos en la solapa, y lo que es peor, en el alma de gentes que, en otras circunstancias, darían a esas chapas su verdadero valor: ninguno.
Una nación culta donde las haya, como es Alemania, marchó casi unánimemente tras los pasos de un demente, y vieron los alemanes recompensados sus esfuerzos en pro del régimen con cruces de hierro de primera, de segunda clase, con y sin hojas de roble, dispensadas por cientos, por miles, por decenas de miles, tanto en los primeros momentos de victoria, como en las grises jornadas, hediondas de sangre y de pólvora, que precedieron al colapso.
Todavía hoy, en alguna almoneda, aparece uno de estos pedacitos de metal, Nada significan para quien las halla, si quien las halla es hombre cabal. Sí que son evocadoras, dolorosamente evocadoras, de un tiempo pasado. Yo, que he tenido en mis manos una de esas cruces de hierro, no puedo dejar de pensar en el desgraciado que ameritó su concesión, quién sabe en pago de qué vergonzosas acciones.
Hace pocas horas, en la luctuosa ocasión del funeral por dos servidores del Estado, han sido concedidas sendas condecoraciones. Nada que objetar a un más que merecido reconocimiento. Sin embargo, el hecho de que sea merecido no acrecenta su valor. SIguen siendo dos chapas. Lo justo, lo digno, lo decente, hubiera sido que el bastardo que prendió las medallas hubiera tenido de pincharse los ojos con ambos alfileres.
Como castigo mínimo a la felonía de haberse sentado a negociar con los asesinos.
Habrá algunos a quien engañe el ritual fúnebre, las huecas palabras, los sermones laicos, las pomposas homilías, los homenajes corpore insepulto. No soy de esos. Sigo husmeando a distancia el acre hedor del mentiroso.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Espléndido post.
Todo un discurso (discurso en el sentido de "Reflexión, raciocinio sobre algunos antecedentes o principios") de profundizar en lo superficial de pretender honrar con banalidad lo que lo que es meritorio, sin tener ánimo de ello.

El que tapa con chapas su hipocresía convierte lo que debiera de ser digno en algo impropio.

No creo que a los familiares de un asesinado les signifique mucho recibir esas chapas.

Si de lo que se trata es de DAR A ALGUIEN HONORES, más les valdría a los concedentes que presentaran ante la familia HECHOS de justicia, como detener y encerrar de por vida a los causantes de la desgracia objeto de la condecoración.

TRAS MIS ESCRITOS dijo...

Con De Juana en la calle, puede el Gobierno acumular toneladas de chapas, que seguirá siendo infame. Otro día hablaremos del Rey, que tambien tiene lo suyo. Muchas gracias, por cierto, por citarme ayer en uno de tus posts. Eso sí que es una condecoración.

Natalia Pastor dijo...

Magnífico post, Alfredo.
Es cierto que la ignominia, la estulticia que ha acumulado este Gobierno en su negociación ante ETA, no se "lava" con nada.
Ahí siguen sin revocar al autorización del parlamento para negociar, por que es evidente que volverán (si no están ya...) a las andadas.
Ahí sigue De Juana mofandose de la Justicia Española, de periplo por Irlanda, sin que la Fiscalia de la Audiencia Nacional ni el Ministerio de Asuntos Exteriores muevan una ceja circufleja del careto del cómplice de todo ésto.
Como decía Pérez Reverte, "hay tamañas vilezas que no hay distinción que borre su mugre".