De lo que se trata es de perpetuar el sitema de exacción y mangancia en que se ha convertido la democracia. Para ello, es necesario sancionar el sistema partidista y electoral con manadas de domesticados votantes que vayan cual ovejas al matadero, un domingo sí, y otro también, a hacer como que deciden quién y cómo se rigen sus destinos.
Si el votante da la espalda a todo este ceremonial confuso de las campañas, los mítines, los carteles, los vídeos y los votos, las anécdotas y los análisis, y toda la basura informativa que conlleva el hecho electoral, los únicos beneficiados se mosquean y se sacan de la manga la idea de multar al que decide que la cosa no va con él.
Multar al que no vota es obligar a votar. Obligar a votar es el paso previo a obligar a votar a alguien en concreto. Es un primer paso hacia el plebiscito y la Dictadura. Todo lo electoral que quieran, pero dictadura.
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