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domingo, 3 de mayo de 2009

MÍNIMO HOMENAJE A UN HOMBRE INTELIGENTE


Don Agustín de Foxá, de quien es notorio que mantenía un promedio en cuanto a lo que a beber se refiere, se encontraba con el conde Galeazzo Ciano, yerno a la sazón de Mussolini por haber matrimoniado con la hija del dictador fascista (dicho sin animo de señalar: era dictador y era fascista). La señora de Ciano era, por lo visto, más ligera de cascos de lo que convenía (de hecho, Foxá le estaba tirando los trastos). Pues bien: le estaba afeando Ciano a Foxá las libaciones, diciéndole "Foxá, le va a matar a Vd el alcohol", y contestó Don Agustín "Y a su Excelencia le va a matar Marcial Lalanda". Esto es repentismo del mejor


Foxá, además de diplomático, era poeta, o más bien la viceversa. Esto que sigue es suyo.


Y pensar que después que yo me muera
aún surgirán mañanas luminosas,
que bajo un cielo azul, la primavera,
indiferente a mi mansión postrera,
encarnará en la seda de las rosas.
Y pensar que, desnuda, azul, lasciva,
sobre mis huesos danzará la vida,
y que habrá nuevos cielos de escarlata,
bañados por la luz del sol poniente
y noches llenas de esa luz de plata,
que inundaban mi vieja serenata,
cuando aún cantaba Dios, bajo mi frente.
Y pensar que no puedo en mi egoísmo
llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja;
que he de marchar, yo solo hacia el abismo,
y que la luna brillará lo mismo
y ya no la veré desde mi caja


Hay algo del más desengañado Quevedo en estos versos. También hay mucho de no quere morirse, que es tanto como decir que hay mucho amor a la Vida.